jueves, 1 de octubre de 2009

DIA 8,. IOÁNINA Y SANTUARIO DE ZEUS EN DODONI

Como íbamos a estar cuatro días en las Meteoras, hoy decidimos adentrarnos en la región del Épiro para ver Santuario de Zeus en Dodona (Dodoni) y la ciudad de Ioánina, así que tras el desayuno, nuevamente con nuestra amigas las avispas, cogimos el coche y nos dirigimos hacia allá.


La carretera tiene muchísimas curvas hasta llegar cerca de Metsovo, donde enlaza con la Autopista Egnatia, que cruza Grecia de este a oeste. Este último tramo de autopista se inauguró hace pocos meses y cuando uno conduce por ella se da cuenta de la dificultad tan enorme de construcción de la misma, ya que cruza las montañas del Pindo y algunos de sus túneles miden 5 kilómetros. Aunque vayamos conduciendo por una vía rápida, tenemos unas vistas excepcionales de la región.



Unos 20 kilómetros más allá de Ioánina, llegamos a Dodoni. El recinto estaba bastante bien señalado y acondicionado. Aquí se estableció un santuario de Zeus en el que se hallaba el oráculo de Dódona, según dicen, el más antiguo de Grecia, y el de mayor
importancia tras el de Delfos.La leyenda nos dice que desde la ciudad de Tebas, en Egipto, una paloma se posó sobre un roble en Dódona, en señal de que allí habría de levantarse un santuario en honor a Zeus.





Estuvimos algo más de una hora viendo el teatro, la pista del estadio, restos de algunos edificios y templos, así como de una basílica cristiana. Pero el mayor atractivo de este lugar es contemplar el roble en el lugar donde las sacerdotisas interpretaban el murmullo de las hojas del árbol mecidas por el viento, que se consideraba como la forma que tenía Zeus de comunicarse con las sacerdotisas.









Después de tomar un refresco en la cafetería del recinto arqueológico, nos fuimos a Ioánina, donde aparcamos cerca del centro y fuimos dando un paseo hasta el barrio antiguo, que se encuentra dentro de las murallas. Anduvimos un rato por ellas y callejeamos por las pequeñas y bonitas calles de este barrio hasta llegar al museo de la ciudad, que se encuentra dentro de la mezquita de Ali Pashá. A partir de 1788, Alí Pasha (1741-1822), el terrible tirano musulmán de origen albanés conocido como el ‘León de Ioánina’, escoge la ciudad como capital del Despotado. Enfrente se encuentra la madraza, donde hay un pequeño museo etnográfico.




Con más de mil años de historia, Ioánina debe su nombre a una desparecida iglesia construida en honor de San Juan Bautista. Tras la toma de Constantinopla por los cruzados, fueron muchos los emigrados bizantinos que llegaron hasta Ioánina.



Continuamos nuestro paseo hacia el Kastro, ciudadela igualmente amurallada dentro de las murallas principales de la ciudad. Aquí se encuentra la tumba del tirano Ali Pachá y otra mezquita construida con el fin de demostrar el poder de los otomanos frente a los griegos. También un pequeño museo de arte bizantino con una muestra de iconos y escritos muy interesantes.






Salimos de las murallas y caminando por el puerto decidimos tomar el barco e ir a la cercana isla (To nisí). El trayecto dura alrededor de 10 minutos y el agua de este lago es del color más verde que he visto en mi vida.








Al llegar visitamos una pequeña parte del pueblo y nos fuimos a comer a un restaurante en el puerto. Después seguimos paseando por sus calles y fuimos a ver dos pequeños monasterios de los cuatro que hay en la isla. Uno de ellos estaba cerrado y los otros creo que también están deshabitados. El que sí pudimos visitar tenía una pequeña iglesia con unos impresionantes frescos maravillosamente conservados; lástima que no pudiéramos hacer fotos de ellos.




Continuamos paseando un poco por el pueblo, vimos una pequeña iglesia, el museo de Alí Pachá, el colegio, y nos tomamos un frapé en un bar cercano al puerto por donde se paseaba una cigüeña de un lado a otro recibiendo con alegría los trozos de pescado que los camareros de los restaurantes cercanos le daban.





Cogimos el barco de regreso a Ioánina, donde compramos unas granadas bañadas en plata, esta ciudad es conocida por los artesanos plateros, y fuimos nuevamente caminando hacia el lugar donde se encontraba aparcado el coche para emprender el camino de vuelta a Kastraki. Una vez allí, cenamos en la misma taberna de nuestro primer día en el pueblo y nos sentamos en el jardín del hotel a tomar unos ouzos. Al día siguiente nos tocaba visitar los dos monasterios que nos faltaban, El Gran Meteora y el de Vaarlan, y continuar el viaje hacia nuestro próximo destino: la península del Pelión.

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