Sin duda lo más espectacular es la corona y el arca de oro halladas en la tumba de Filipo II. Y por supuesto la tumba en si de este rey, padre del gran Alejandro Magno. No encuentro palabras para describir lo que sentí cuando me coloqué frente a ella. Es una experiencia que hay que vivirla.
Una vez finalizada la visita nos dirigimos a la ciudad de Edessa, pero antes pasamos por Mieza, lugar donde Aristóteles daba clases a sus alumnos, entre ellos, el Gran Alejandro. Vimos un pequeño teatro que se encontraba en restauración y restos de la antigua ciudad.
Tras la visita de la iglesia tomamos el ascensor para bajar a la zona de las cataratas, para posteriormente ir subiendo de nuevo a la parte alta. Las cataratas son impresionantes, sobre todo las gemelas. El entorno, gracias al agua, goza de un verdor y frescor que son muy de agradecer para refrescar los calores de mediados de Agosto.
De vuelta en la zona alta, dimos un paseo por la zona comercial y cogimos el coche para volver al hotel. Volvimos a pasar por Veria, pero decidimos no parar pues esta ciudad necesita de mucho tiempo para ver todo el tesoro que aún conserva, ya sea en iglesias bizantinas o en sus museos, así que en otra ocasión será.
En el camino al hotel, en la carretera había varios carteles indicadores de tumbas macedonias. Paramos en una que estaba justo a la orilla de la carretera y bajamos hasta la puerta para verla. Sólo pudimos ver el exterior y poco más, ya que los objetos del interior, por supuesto, estarían en el museo.
Llegamos a Sevastí y cenamos en el hotel. Nos dimos un bañito en la piscina, tomamos unas copas y nos fuimos a descansar, pues al día siguiente tocaba ir al Olimpo.
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