sábado, 11 de abril de 2009

Dia 4.- Monasterio de Rila y Sofía

Ya por fin era hora de visitar el primer monasterio del país y patrimonio de la humanidad. El monasterio de Rila. Habíamos oído mucho hablar sobre este lugar, y todo era bueno así que no nos debería defraudar.





Después del desayuno cogimos el coche y nos dirigimos hacia allá. Había un atasco impresionante para salir de Sofía, así que nos armamos de paciencia y fuimos contemplando la montaña de Vitosha que se encontraba en esa misma dirección. Una vez fuera de Sofía ya el tráfico mejoró y al cabo de una hora aproximadamente estábamos en el pueblo de Rila. Dejamos la visita de este pueblo para la vuelta y continuamos la ascensión hacia el monasterio.



Al pasar por el pequeño pueblo de Pastra, a unos 3 km. del monasterio, tuvimos que hacer una parada. El paisaje era impresionante, se veía una cascada que bajaba casi de la cima de la montaña, el río bajaba con bastante fuerza y los lugareños hacían sus labores con burros. Allí entramos de nuevo en una mejaná y tomamos un café algunos, y otros airán. Seguimos el camino y llegamos a las puertas del monasterio. Sólo puedo decir que en verdad mereció la pena la visita. Se trata de una iglesia rodeada por las celdas de los monjes, todo ello en las montañas de Rila. Fue fundado en el siglo X por Ivan Rilski y tanto el interior como el exterior es de una belleza extraordinaria.


Allí visitamos también las antiguas cocinas y dependencias de la guardia del monasterio. Después de esta visita hicimos una parada en el pueblo de Rila para comer. Allí tras aparcar el coche nos dirigimos a una taberna y al cruzar la calle nos encontramos con un entierro. Fue curioso vivir las costumbres del lugar. El cortejo lo iniciaba un hombre con una cruz, al cual seguía el resto de personas con carteles del difunto y por último éste en una furgoneta abierta con el ataúd también abierto. Fue bastante impresionante.


Desde la terraza donde estábamos comiendo íbamos observando la vida cotidiana del pueblo, la frutería, el almacenito, el estanco, etc. Por cierto que en este último lugar entré a comprar un paquete de cigarrillos y cual fue mi sorpresa cuando la dependienta, una señora mayor, comienza a hablarme en español. Me contó que tenía un hijo suyo trabajando en Pamplona, y que ella había ido varias veces a España.


Después de comer nos marchamos de vuelta a Sofía. Allí aprovechamos para hacer algunas compras, entrar en la catedral y la iglesia de Santa Sofía, ya que el primer día estaban cerradas, estuvimos paseando por el mercado y a las diez más o menos nos fuimos a cenar. Fue sin duda la mejor cena de todo el viaje, y eso que todos los días habíamos comido de maravilla. La decoración del lugar, la atención, la calidad y cantidad de la comida, todo fue estupendo.






Ya cenados, dimos un último paseo por la ciudad y nos marchamos temprano a dormir, pues al día siguiente debíamos levantarnos a las seis, pues a las 8.30 salía nuestro avión hacia Madrid

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